
El funcionamiento de la mente y el nacimiento del yo
Continguts
Funcionamiento de la mente

Desde el momento de su aparición, el ser humano ha vivido tratando de responder a esta pregunta: ¿quién soy yo? Y ahí seguimos… Como si supiéramos que, de la respuesta que demos a la misma, depende todo lo demás.
¿Quién soy?, ¿quienes somos? Fascinados por el poder de la mente, los humanos creyeron que era a través de ella donde encontrarían la respuesta adecuada. Sin embargo, aun reconociendo todo lo que nos ha aportado, aquella expectativa puesta en ella ha quedado frustrada. ¿Hacia dónde dirigirnos?
En su aproximación a la realidad, la mente se ve obligada a percibirla como separada e incluso “alejada” de sí. Tal separación, artificial y errónea, es condición necesaria e imprescindible para el trabajo mental.
Al mismo tiempo que la separa , la mente la delimita y, por ello mismo, la objetiva. Hasta aquí, se revelaría la naturaleza del proceso mental. El error, de graves consecuencias, se produce cuando la mente, sin ni siquiera reparar en ello, absolutiza su propio modo de ver y llega a la conclusión de que lo real es tal como ella lo ve: separado, delimitado y objetivado. La conclusión solo podía ser una: lo real se entiende como una suma de objetos separados.
Nacimiento del ego
La mente posee otra gran capacidad: no solo se halla volcada hacia fuera, sino que puede volver sobre sí misma, en un movimiento autorreflexivo, apropiándose de sus propios contenidos. En ese mismo instante, que se ha llamado autoconsciencia, ha nacido el yo.

El yo es , por tanto, una idea objetivada, una creación de la propia mente que se atribuye la autoría de lo que percibe y se identifica con ello. El yo es solo un pensamiento sostenido en el tiempo, gracias a la memoria.
El yo no es más que un conjunto de pautas mentales y emocionales con las que nos identificamos. La mente crea el yo y empezamos a vivir para él, como si realmente fuéramos él.
Una vez que la mente dice “yo“, todo empieza a ser visto desde esta perspectiva donde el ego es el falso centro. En consecuencia, la persona liga su suerte de manera incuestionada a lo que le suceda a esa idea que tiene de sí. Creerá “bueno” aquello que la mente etiquete como tal, y “malo” lo contrario.
Espejismo
Se ha producido un espejismo: desconectados de nuestra verdadera identidad, terminamos creyendo que somos la idea que la mente se ha hecho de nosotros.
Es comprensible: nuestro primer y permanente engaño no es otro que el de identificarnos con el ego y vivir para él. Es un engaño que conduce a la confusión y al sufrimiento, porque implica nada menos que olvidarnos de nuestra verdadera identidad y reducirnos a “algo” que nos esclaviza: el ego, en cuanto manojo de necesidades y de miedos, nubla nuestra visión y nos hace ver la realidad desde la reducida ranura de una mente absolutizada.
El ego se define a sí mismo por lo que acumula: posesiones, imagen, fama, títulos, poder, afectos, creencias… Y, preso de una insatisfacción constante, que nace de su carácter vacío, se dedica toda su vida a acumular; es su único modo de sentirse vivo.
Eso será, por tanto, nuestra tentación constante. Pero es importante advertir que no saldremos de ella a través de la lucha, sino gracias a la comprensión.
Texto extraído del libro La dicha de SER de Enrique Martínez Lozano

