Autor: Dr. R. Hawkins
Un día en contemplación, la mente dijo:
“¿Qué nos pasa?” “¿Por qué no somos siempre felices?” “¿Dónde están las respuestas?” “¿Como abordar el dilema humano?” “¿Me he vuelto loco o es el mundo el que se ha vuelto loco?”
Parece que la solución a cualquier problema sólo trae breve alivio, puesto que es la base del problema siguiente.
“¿Es la mente humana una jaula desesperante” “¿Está todo el mundo confundido?” “¿Sabe Dios lo que está haciendo?” “¿Ha muerto Dios?”
La mente siguió parloteando: “¿Alguien tiene el secreto?”.
No te preocupes; todo el mundo está desesperado. Parece que para algunos está bien. “No puedo ver el porqué de todo este alboroto”, dicen. “La vida me parece sencilla.” ¡Tienen tanto miedo que ni siquiera pueden verlo!
¿Y qué pasa con los expertos? Su confusión es más sofisticada, envuelta en una jerga impresionante y elaborados constructos mentales. Tienen sistemas de creencias predeterminados, dentro de los cuales intentan aplastarnos. Parece que funcionan por un tiempo y luego volvemos al estado original.
Antes, solíamos contar con las instituciones sociales, pero ya ha pasado su momento; ya nadie confia en ellas. Ahora hay más organismos de control que instituciones. Los hospitales son controlados por múltiples agencias. Nadie tiene tiempo para los pacientes, que se pierden en la confusión. Miremos los pasillos. No hay médicos ni enfermeras. Se encuentran en las oficinas haciendo el papeleo. Toda la escena está deshumanizada.
“Bueno -dices- tiene que haber algún experto que tenga respuestas.” Cuando tienes molestias, vas al médico o al psiquiatra, a un analista, a un trabajador social, o a un astrólogo. Te haces de una religión, entiendes la filosofía, vas a Seminarios de Entrenamiento Erhard (EST, por sus siglas en inglés), o te das un empujoncito con las EFT (Técnicas de Liberación Emocional). Equilibras los chakras, pruebas la reflexología, acudes a la acupuntura de la oreja, a la iridología, a la sanación con luces y cristales.
Meditas, cantas un mantra, tomas té verde, pruebas con los Pentecostales, aspiras fuego y hablas en lenguas. Consigues centrarte, aprendes PNL (Programación Neuro-Lingüística), trabajas las visualizaciones, estudias psicología, te unes a un grupo Junguiano. Te haces Rolfing, pruebas lo psicodélico, la lectura psíquica, corres, haces jazzercicio, te interesas por la nutrición y el aerobic, te cuelgas boca abajo, llevas joyas psíquica. Consigues mayor intuición bio-feedback, terapia Gestalt.
Visitas a tu homeópata, quiropráctico, y naturópata. Pruebas la kinesiología, descubres tu tipo en el eneagrama, equilibras tus meridianos, te unes a un grupo de elevación de la conciencia, tomas tranquilizantes. Consigues algunos chutes de hormonas, pruebas las sales de células, equilibras tus minerales, ruegas, suplicas e imploras. Aprendes la proyección astral. Te haces vegetariano. Comes únicamente repollo. Pruebas la macrobiótica, lo orgánico, no comes OGM. Te reúnes con curanderos Nativos Americanos, vas a la cabaña de sudar. Pruebas las hierbas chinas, la moxibustión, el shiatsu, la acupresión, el feng shui. Vas a la India. Encuentras un nuevo gurú. Te quitas la ropa. Nadas en el Ganges. Miras fijamente al sol. Te afeitas la cabeza. Comes con los dedos, te vuelves realmente sucio, y te duchas con agua fría.
Cantas cantos tribales. Revives vidas pasadas. Pruebas la regresión hipnótica. Practicas el grito primal. Golpeas las almohadas. Haces lla técnica Feldenkraised. Te unes a un grupo de terapia matrimonial. Vas a la Iglesia de la Unidad. Escribes afirmaciones. Despliegas tu visión sobre un mural. Pruebas el renacimiento. Te tiras el I Ching. Tiras las cartas del Tarot. Estudias Zen. Haces más cursos y talleres. Lees montones de libros. Haces el análisis transaccional. Recibe clases de yoga. Entras en el ocultismo. Estudias magia. Trabajas con un kahuna. Haces un viaje chamánico. Te sientas debajo de una pirámide. Lees a Nostradanus. Te preparas para lo peor.
Vas a un retiro. Ayunas. Tomas aminoácidos. Consigues un generador de iones negativos. Te unes a una escuela de misterios. Aprendes el apretón de manos secreto. Pruebas la tonificación. Pruebas la terapia del color. Pruebas las cintas subliminales. Tomas enzimas cerebrales, antidepresivos, remedios florales. Vas a balnearios de salud. Cocinas con ingredientes exóticos. Buscas extrañas rarezas fermentadas de lugares lejanos. Vas al Tíbet. Vas a la caza de hombres santos. Juntas las manos en un círculo y te mareas. Renuncias al sexo y a ir al cine. Vistes túnicas amarillas. Te unes a una secta.
Pruebas las infinitas variedades de psicoterapia. Tomas medicamentos milagrosos. Te suscribes a un montón de revistas. Pruebas la dieta Pritikin. Comes sólo pomelo. Te leen la palma de la mano. Piensas como los de la Nueva Era. Mejorar la ecología. Salvar el planeta. Te leen el aura. Llevas un cristal. Obtienes una interpretación astrológica sideral Hindú. Visitas a una medium. Vas a terapia sexual. Pruebas el sexo Tántrico. Recibes la bendición de algún Baba. Te unes a un grupo de anónimos. Viajas a Lourdes. Te sumerges en aguas termales. Te unes al movimiento de Arica. Usas sandalias terapéuticas. Te enclaustras. Inspiras más prana y exhalas la rancia negatividad. Pruebas la acupuntura con agujas de oro. Le echas un vistazo a la vesícula biliar de las serpientes. Intentas la respiración de los chakras. Te limpian el aura. Meditas en Keops, la gran pirámide de Egipto.
Vosotros que habéis intentado todo esto, ¿que decís? ¡Oh, la humanidad! ¡Eres una criatura maravillosa! ¡Trágica, cómica y, sin embargo, tan noble! ¡Tanto coraje para seguir buscando! ¿Qué nos impulsa a seguir buscando una respuesta? ¿El sufrimiento? Oh, sí. ¿La esperanza? Por supuesto. Pero hay algo más que eso.
Intuitivamente, sabemos que en algún lugar hay una respuesta definitiva. Tropezamos en caminos oscuros, en callejones sin salida, somos explotados y llevados, estamos desilusionados y hartos, y seguimos intentándolo.
¿Dónde está nuestro punto ciego? ¿Por qué no podemos encontrar la respuesta?
No entendemos el problema; por eso no podemos encontrarla.
Tal vez sea ultrasencilla, y es por eso que no podemos verla.
Tal vez la solución no esté “allí fuera”, y por eso no la podemos encontrar.
Tal vez tenemos tantos sistemas de creencias que estamos ciegos a lo obvio.
A lo largo de la historia, algunos individuos han alcanzado una gran claridad y han experimentado la solución definitiva a nuestros problemas humanos. ¿Como llegaron allí? ¿Cuál fue su secreto? ¿Por qué no podemos entender lo que tenían que enseñar? ¿Realmente es casi imposible o próximo a la desesperanza? ¿Qué pasa con la persona común que no es un genio espiritual?
Son multitud los que siguen caminos espirituales, pero escasos son los que finalmente tienen éxito y se dan cuenta de la verdad última. ¿Por qué es así? Practicamos rituales y dogmas, y observamos con celo la disciplina espiritual, ¡Y volvemos a estrellamos! Incluso cuando algo nos funciona, el ego viene rápidamente y nos atrapa con el orgullo y la presunción, y entonces pensamos que tenemos las respuestas. Oh, Señor, ¡sálvanos de los que tienen las respuestas! ¡Sálvanos de los rectos! ¡Sálvanos de los benefactores!
La confusión es nuestra salvación. Para los confundidos, todavía hay esperanza. Aférrate a tu confusión. Al final, es tu mejor amiga, tu mejor defensa contra la naturaleza moribunda de las respuestas de los demás, contra el ser violado por sus ideas. Si estás confundido, sigues siendo libre. Si estás confundido, este libro es para ti.
Fuente: Texto extraído de la Introducción del libro Dejar Ir (El Grano de Mostaza, 2014)